El Rey Mendigo
(Jesucristo Rey del Universo (C)
¿Quién no conoce el viejo cuento del Príncipe y el mendigo? ¿No os parece una linda parábola para describir la realeza de Jesús?
Había un principito que un día salió solo a pasear por la calle, se encontró con otro joven que parecía una copia suya. ¿Nos parecemos, verdad? Sí, respondió el mendigo, pero mientras yo visto estos harapos usted viste sus galas y sus joyas y sus collares. Avergonzado el Príncipe le dice: pero podemos cambiarnos las ropas si te parece. Y el mendigo se vistió con las vestiduras del Príncipe mientras el Príncipe se vistió con los harapos del mendigo.
Comenzó a recorrer la ciudad diciendo que él era el Príncipe, pero todo el mundo se rió de él y nadie le creía. Y hasta lo tomaron por loco.
Nadie le daba nada mientras mendigaba. Y debió trabajar por un mísero salario. Mientras tanto, el mendigo vestido de Príncipe vivía la gran vida en el palacio. El príncipe mendigo debió de ir a la guerra. Y un día le dice al General que la batalla estaba mal planificada, que su padre lo hubiera hecho de otra manera. ¿Y quién eres tú para darme lecciones a mí?
Murió el Rey y el Príncipe mendigo le sucedió en el trono. Lleno de resentimiento por la miseria que había vivido, oprimía al pueblo ansioso de sus riquezas. Mientras tanto el verdadero Príncipe, tras las rejas de palacio esperaba a que alguien le diese una limosna. En esto aparece un guardia y descubre unas señales en el cuello del Príncipe mendigo y lo reconoció. Y descubrieron que el verdadero mendigo era el falso rey, mientras que el verdadero Príncipe hacía de mendigo.
(Jesucristo Rey del Universo (C)
¿Quién no conoce el viejo cuento del Príncipe y el mendigo? ¿No os parece una linda parábola para describir la realeza de Jesús?
Había un principito que un día salió solo a pasear por la calle, se encontró con otro joven que parecía una copia suya. ¿Nos parecemos, verdad? Sí, respondió el mendigo, pero mientras yo visto estos harapos usted viste sus galas y sus joyas y sus collares. Avergonzado el Príncipe le dice: pero podemos cambiarnos las ropas si te parece. Y el mendigo se vistió con las vestiduras del Príncipe mientras el Príncipe se vistió con los harapos del mendigo.
Comenzó a recorrer la ciudad diciendo que él era el Príncipe, pero todo el mundo se rió de él y nadie le creía. Y hasta lo tomaron por loco.
Nadie le daba nada mientras mendigaba. Y debió trabajar por un mísero salario. Mientras tanto, el mendigo vestido de Príncipe vivía la gran vida en el palacio. El príncipe mendigo debió de ir a la guerra. Y un día le dice al General que la batalla estaba mal planificada, que su padre lo hubiera hecho de otra manera. ¿Y quién eres tú para darme lecciones a mí?
Murió el Rey y el Príncipe mendigo le sucedió en el trono. Lleno de resentimiento por la miseria que había vivido, oprimía al pueblo ansioso de sus riquezas. Mientras tanto el verdadero Príncipe, tras las rejas de palacio esperaba a que alguien le diese una limosna. En esto aparece un guardia y descubre unas señales en el cuello del Príncipe mendigo y lo reconoció. Y descubrieron que el verdadero mendigo era el falso rey, mientras que el verdadero Príncipe hacía de mendigo.
Destituyeron al falso rey y comenzó a reinar el verdadero. Pero en ningún momento quiso vengarse del usurpador. Y cuando todos alababan el arte de gobernar de su rey y su generosidad él respondía: “Es gracias a haber vivido y sufrido con mi pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey”.
Este es el cuento. ¿Y lo de Jesús?
¿A caso Jesús no comenzó también revistiéndose de nuestra condición humana, por la encarnación? Se rebajó a sí mismo. Se hizo uno de nosotros.
Y caminaba por nuestros caminos diciendo que su Padre era Dios, que él era Dios. Pero la gente al verlo vestido de lo humano y despojado de lo divino, no le querían creer. Y se reían de él. “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”.
Y mientras tanto los hombres se creían superiores a El. Y no pararon hasta que lo destronaron: lo hicieron rey de burlas, lo juzgaron de impostor y lo condenaron a muerte crucificándole.
Pero El, en ningún momento tomó venganza de los que lo condenaron. Al contrario, colgado de la Cruz murió perdonando: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Y a un ladrón que moría a su lado y lo reconoció, la prometió el paraíso ese mismo día. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
Pero algunos comenzaron a creer en El. El era distinto. Su reinado era diferente a todos los reinados que conocían. Y le preguntaban cómo se dejaba maltratar y matar. Y Jesús siempre respondía lo mismo: “Porque mi reino es un reinado de amor”. “Porque desde que soy un hombre entre los hombres he aprendido a conocer mejor el corazón del hombre y hasta me he enamorado más de cada uno”.
Yo no domino con las armas. Yo domino con el corazón.
Yo no oprimo a los de abajo. Yo levanto a los que están caídos.
Yo no me aprovecho de los demás. Yo doy mi vida por todos.
Yo no abandono a los que me abandonan. Voy a buscarlos y los cargo sobre mis hombros.
Yo no condeno a nadie. Yo quiero salvar a todos.
Yo no enseño el arte de la guerra. Yo enseño los caminos de la paz.
Yo no mato a nadie. Yo doy la vida verdadera.
No me gustan los tronos reales ni los palacios ni los cetros.
Prefiero seguir siendo el Rey mendigo que toco a la puerta de los corazones.
Sigo siendo el Rey mendigo que me transformo en esos hombres que viven en las cárceles.
Sigo siendo el Rey mendigo que pido limosna a través de tantos hermanos míos que tienden la mano por las calles porque tienen hambre. “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
Sigo siendo el Rey mendigo que me identifico con los que tienen sed, están enfermos, están abandonados.
“Estuve en la cárcel y me visitasteis. Tuve sed y me disteis de beber. Estuve enfermo y vinisteis a verme. Estuve desnudos y me vestisteis. Tuve hambre y me disteis de comer”.
Y mi única Constitución Política no tiene más que dos leyes: “Amar a Dios y amar al prójimo”. Este es mi único mandato.
Después de mi experiencia de que “siendo rico me hice pobre” por todos, ahora comprendo mejor al hombre y lo que cada uno de ustedes sufre. Y lo único que pretendo es que todos ustedes se sientan mis hermanos y hermanos unos de otros.
Ahora os entiendo mejor cuando alguien os oprime.
Ahora os entiendo mejor cuando alguien os maltrata.
Ahora os entiendo mejor cuando alguien no reconoce vuestra dignidad humana.
Ahora os entiendo mejor cuando un mala justicia os condena aunque seáis inocentes.
Ahora os entiendo mejor cuando alguien no cree en vosotros.
Haber pasado por vuestra propia experiencia de pobreza, de marginación, de injusticia y de falta de consideración, me hace comprenderos mejor y hasta me siento feliz de identificarme con cada uno de vosotros.
Oración
Señor: Celebramos tu realeza y en ella quisiéramos celebrar también la nuestra.
Porque por el Bautismo nos has hecho partícipes de la tuya.
Pero queremos un realeza:
Que no domine a los otros sino que los sirva.
Que no los maltrate sino que les ayude a ser más.
Que no condenemos a nadie sino que reinemos amando y perdonando.
No es fácil comprender tu reinado ni a ti como Rey.
Porque para reinar primero te haces pobre e indefenso.
Para reinar no te haces diferente, sino igual a todos los demás.
Señor: enséñanos a reinar no siendo más que los demás,
Sino servidores de todos.
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