30 ago 2009


MATERIAL PASTORAL ENVIADO POR EL PADRE CARMELO HERNÁNDEZ DESDE TENERIFE ESPAÑA.


Coherencia y autenticidad en el corazón y la vidaDeut. 4, 1-2.6-8; Sal. 14; Sant. 1, 17-18.21-22.27; Mc. 7, 1-8.14-15.21-23


‘¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores?’, pregunta un grupo de fariseos y letrados venidos de Jerusalén. La respuesta Jesús se la dio con palabras del profeta Isaías: ‘este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos’. Y apostilla Jesús: ‘Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres’.El Evangelista ha explicado bien lo de las costumbres convertidas en preceptos por los fariseos de lavarse las manos cuando vienen de la plaza ‘restregando bien, siguiendo la tradición de sus mayores’. Podrían haber tocado alguna cosa impura – recordemos cómo consideraban impuros a los enfermos y sobre todo a los leprosos – y eso les trasmitiría una impureza legal de la que habrían de purificarse.¿Qué era lo importante? ¿lo externo y la apariencia o lo que tiene que brotar del corazón? ¿Hacer las cosas porque siempre se han hecho así, aunque sea una rutina repetitiva y que hasta haya perdido sentido, o descubrir hondamente lo que es la voluntad del Señor y a través de su Palabra - la Palabra de Dios, no la palabra de los hombres – llenarme de nueva vida?Jesús está pidiendo coherencia de vida y autenticidad. ¡Cuánto daño hace la incongruencia! Cuando no hay coherencia y autenticidad estamos llenando la vida de mentira. Las mentiras peores no son cuando con nuestras palabras decimos una cosa por otra, sino cuando llenamos la vida de falsedad. (Algunas veces nos confesamos de que hemos dicho una mentirita piadosa y no examinamos la falsedad que pueda haber en nuestra vida). Queremos aparentar una cosa pero realmente en nuestro ser más profundo somos realmente otra cosa muy distinta. Y cuando nuestro estilo de vida lo llenamos con apariencias, lo tremendo es el vacío que a la larga hay dentro de nosotros mismos.De ahí que nuestra vida cristiana no la podamos reducir meramente al cumplimiento de unas normas o preceptos si nuestro corazón, las actitudes interiores que tengamos están bien lejos de esa fe que decimos tener simplemente porque cumplamos unos reglamentos.Muchas veces la gente te pregunta o se pregunta qué cosas tengo que hacer pretendiendo les des unas normas o unos reglamentos. Yo te diría, pregúntate qué es lo que tienes que vivir, o más bien, a quién tienes que vivir. Ser cristiano es una vida, pero que ya no es sólo vivir tu vida, sino que es vivir a Cristo en ti. Aquello que decía san Pablo ‘ya no vivo yo sino que es Cristo quien vive en mí… para mi vivir es Cristo’.Ya no serán, pues, unas normas o preceptos; es simplemente dejarte conducir por Cristo, dejarte llenar de su Espíritu y todo podíamos decir que sale como espontáneo de ese vivir en el Espíritu. Surgirá el amor, la generosidad, la bondad, la solidaridad, la justicia, la verdad y autenticidad de mi vida. En el salmo nos preguntábamos ‘Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?... el que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales…’ el que no hace daño a nadie sino que siempre busca el bien, el que no se comporta con el prójimo con tacañanería o por interés. Es que ya no sólo estamos hospedándonos en la tienda del Señor, sino más bien es Dios quien ha puesto su tienda en nosotros, habita en nosotros. Comenzábamos la reflexión recordando la pregunta con la que los fariseos querían cuestionar a Jesús del si lavarse o no las manos antes de comer y por qué los discípulos no lo hacían como mandaba la tradición. Jesús viene a decirles que la maldad no entra en el corazón del hombre porque tengamos o no las manos manchadas. Sabido es cómo en la reglamentación de los judíos en este sentido – y los fariseos eran unos expertos – tenían catalogada toda una serie de cosas que eran en sí mismas impuras y que no podían ni tocar porque era caer en una impureza legal de la que tenían que purificarse con abluciones rituales.Jesús les dice que la impureza o la maldad no nos viene de fuera, sino que la podemos tener en el corazón y que serán esos malos deseos los que nos harán vomitar maldad desde dentro de nosotros. ‘De dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro’. Limpiemos de maldad el corazón. Eso es lo importante. Más aún, tenemos a quien ha venido para limpiarnos el corazón, para que lo que brote entonces de nosotros sea siempre bueno. Podríamos decir que no sólo nos enseña esa autenticidad, esa bondad, esa justicia en la que tenemos que caminar quienes nos llamamos sus discípulos, sino que El se hace vida nuestra y es nuestra salvación para perdonarnos esa maldad que tantas veces dejamos meter dentro de nosotros, sino también viene a nosotros para transformarnos con su gracia, para llenarnos de su Espíritu que nos hace hombres nuevos.‘Aceptad dócilmente la Palabra de Dios que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y nos os limitéis a escucharla’, nos decía el Apóstol Santiago en su carta. Esa palabra de Dios que es nuestra inteligencia y nuestra sabiduría, como se nos decía en el libro del Deuteronomio. Que seamos, pues, ese pueblo sabio y ese pueblo santo que así acoja la Palabra de Dios, y que así sienta también la presencia de Dios en medio de nosotros. ‘Así viviréis…’ nos decía el autor sagrado en la primera lectura. Así el culto que le demos al Señor no será un culto vacío, porque habremos llenado nuestra vida de amor que es lo que agrada al Señor.

27 ago 2009

HERMANOS DEL SAGRADO CORAZÓN. PRESENTAN EN CHILE FILMS ACERCA DE LA PAZ. Agosto 2009


Desde Mindanao, Filipinas – Hunghong sa Yuta (El Susurro de la Tierra)

Desde Mindanao, Filipinas – Hunghong sa Yuta (El Susurro de la Tierra)
Una película que nos llama a reflexionar acerca de la necesidad de paz.


Queridas Amigas, Queridos Amigos
Con mucha alegría les invito a ver una película de alta calidad cinematográfica, hecha con un cuidado meticuloso, mucha pasión y excelencia.
Fue producida por los Hermanos del Sagrado Corazón como proyecto para defender y promover la paz, especialmente en la isla de Mindanao, Filipinas.
También promueve la Educación y el rol de la mujer como medios determinantes en el proceso de realizar este sueño universal.


Lugar: Centro de Extensión
Los Almendros
Avda. El Salto Norte 5625, Huechuraba
Día: Viernes 04 de Septiembre
Horas: 20:00 hrs


Con mucha impaciencia te espero.
Tu amigo de siempre,

Hno. Luc Boudreault, sc.

HERMANO DEL SAGRADO CORAZÓN QUE VIVIO EN CHILE MUCHOS AÑOS GRAN AMIGO DE OSCAR ANTONIO GARCÍA CÁRDENAS DE LA COMUNA DE PUTAENDO.

22 ago 2009

HOMILIA DOMINGO 23 DE AGOSTO 2009


Mis palabras son espíritu y vidaJosué, 24, 1-2.15-18; Sal. 33; Ef. 5, 21-32; Jn. 6, 61-70


El colofón del discurso del pan de vida de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún no fue nada exitoso. Si ya habían ido poniendo pegas por no entendían o les costaba aceptar lo que Jesús les decía, ahora vemos que son muchos los que ya no querrán seguir con Jesús.


‘Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con El’. Aunque tenemos que reconocer que no todo fue negativo, pues esta situación servirá para que se manifestara la fe de Pedro y los Apóstoles y sus deseos de estar siempre con El.


‘¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida terna: nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo, el consagrado por Dios’. Una profesión de Pedro a Jesús en el evangelio de san Juan en el mismo sentido de lo que los sinópticos nos traen en la confesión de fe en Cesarea de Filipo. ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. Decíamos que los judíos de Cafarnaún no entendían o les costaba aceptar. Sigue sucediendo.


Nos cuesta entender. Nos cuesta aceptar las palabras de Jesús. Muchas veces queremos que sean otras, que hubiera dicho otras cosas. También nos pueden parecer duras, difíciles, exigentes… Cuántas veces escuchamos a la gente decir que la Iglesia tiene que cambiar, que tiene que tomar otras posturas o posiciones diferentes en muchas cuestiones que son candentes en la sociedad de hoy. Todo el mundo quiere opinar. Todo el mundo quiere que las cosas sean según su parecer.


Es fácil achacar a posturas inamovibles y ultraconservadoras y a falta de progresismo, como se dice hoy.Habría que ver cuál es el verdadero progreso. Porque si progreso es el eliminar vidas inocentes con el aborto o con la eutanasia, si progreso es contribuir a la destrucción del matrimonio y la familia, la verdad que no entiendo de progreso. ¿Progreso es una cultura de la muerte? ¿Progreso es destrucción de la vida o de la institución de la familia? ¿Progreso es ese permisivismo moral y sexual que se quiere imponer a la sociedad, por emplear unas palabras menos duras? ¿Progreso es querer eliminar a Dios de la vida del hombre, y de la presencia de lo religioso o de los signos cristianos en nuestra sociedad?Me han salido casi de forma espontánea en mis reflexiones estos pensamientos porque además son cuestiones candentes y muy presentes hoy en nuestra sociedad. Pero partiendo igualmente de lo que les costaba entender y aceptar las palabras de Jesús, también podríamos pensar en otras cuestiones que afectan a la comprensión de la fe.


Les costaba a los judíos entender el misterio de la persona de Jesús y en concreto el misterio de la Eucaristía del que les estaba hablando. Muchas dudas en el orden de la fe y de la comprensión del misterio de Dios nos siguen surgiendo hoy a los cristianos, que por otra parte denotan en muchos casos unas profundas carencias en la formación cristiana y el conocimiento de la fe. Ya nos decía el apóstol que necesitamos saber dar razón de nuestra fe y nuestra esperanza. Y es un fallo que se aprecia en muchos cristianos.Jesús nos ha hablado, por ejemplo, de vida eterna y de resurrección y esas son cosas que cuesta entender a muchos y que no todos, incluso diciéndose cristianos, llegan a comprender y aceptar. Y así podríamos pensar en muchas otras cosas. Es necesario una toma de postura clara y valiente desde nuestra fe en Jesús. Y es que no podemos andar a medias tintas. Hay que decantarse, clarificarse. Es lo que de alguna manera Jesús les estaba planteando a los discípulos. ¿Qué es lo que buscamos en Jesús? ¿Simplemente que nos diga palabras bonitas que nos halaguen o no nos molesten? ¡Qué fácil es aceptar los milagros y admirarnos ante ellos, pero cuánto nos cuesta comprender que son signos para nosotros de algo que Cristo nos pide o nos ofrece!Muchas veces, por otra parte, queremos un cristianismo sin exigencias, a lo fácil y cómodo.


Otras sólo creemos en lo que vemos o lo que nos cuadra con nuestros razonamientos preconcebidos. Habrá cosas que nos cueste entender y para eso está el obsequio de nuestra fe. Jesucristo es revelación del Misterio de Dios y del Misterio del amor de Dios para con nosotros. Y a esa revelación que nos hace Jesús hemos de dar respuesta.Realmente tendríamos que decir que no nos cabe en la cabeza tanta locura de amor como Dios manifiesta por nosotros. Pero si así es tan grande su amor, y bien que nos gusta sentirnos amados, aceptemos su Palabra, aceptemos el plan de vida que El tiene para nosotros y sepamos comprender que con lo que nos pide, nos revela o nos plantea, lo que El quiere para nosotros es salvación y es vida. Hoy nos ha dicho: ‘Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo algunos no creen’. Que nosotros seamos capaces de dar la respuesta de Pedro. Jesús les había dicho cuando la gente comenzó a abandonar a Jesús: ‘¿También vosotros queréis marcharos?’ Es la pregunta a los apóstoles y es la pregunta que también nos hace a nosotros hoy. ‘Tú tienes palabras de vida eterna’, fue la respuesta de Pedro.


Nos recuerda lo que se decía en el libro de Josué en la primera lectura. ‘Lejos de nosotros abandonar al Señor… El es nuestro Dios, el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud’. Lejos de nosotros abandonar al Señor que tanto nos ama. Nos cuenta, nos llenamos muchas veces de dudas. Ahí tiene que estar el obsequio de nuestra fe. ‘¿A quién vamos a acudir?’ Sabemos y creemos.


Creemos y queremos seguir con Jesús, llenarnos de vida. Es hermoso. El se ha hecho vida y alimento de nuestra vida. Queremos comerle, porque queremos tener vida eterna, porque queremos que El nos resucite el último día, que nos dé vida para siempre.
MATERIAL GENTILEZA DEL PRESBÍTERO PADRE CARMELO HERNÁNDEZ, DESDE TENERIFE ESPAÑA

16 ago 2009

HOMILIA DOMINGO 16 DE AGOSTO 2009.


Eucaristía, banquete de nueva vida, alimento de vida eternaProv. 9, 1-6; Sal. 33; Ef. 5, 15-20; Jn. 6, 51-59


‘La sabiduría ha construido su casa, plantando siete columnas, ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa… venid a comer mi pan y a beber el vino que he mezclado, dejad la inexperiencia y viviréis…’ Así nos hablaba el libro de los Proverbios.


Un banquete que está preparado y nosotros invitados. Varias parábolas del evangelio nos repiten la invitación para acercarnos a la mesa del Reino de los cielos. Hoy mismo Jesús con palabra clara nos dice que vayamos a El y le comamos, y así tendremos vida para siempre.Creer en Jesús y seguirle.


Creer en El y unirnos a El. Creer en El y vivirle. Creer en El y comerle para que tengamos vida eterna y seamos resucitados con El en el último día. Es el recorrido que hemos ido siguiendo en la medida en que hemos ido escuchado su evangelio. Fe para creer en el que nos llevará a vivir su misma vida.Se hace comida. ‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo le daré es mi carne para la vida del mundo…’ No estamos hablando en simples imágenes sino en realidades. No es un simple signo que se queda fuera de lo significado, sino algo que es realidad viva, por eso cuando vamos a comer a Cristo en la Eucaristía no es un simple pan lo que comemos sino que es Cristo mismo. Ante la Eucaristía nos postramos y adoramos porque estamos adorando a Dios. Es verdaderamente el Cuerpo y la Sangre de Jesús; es Cristo mismo que está real y verdaderamente presente. Es, pues, a Cristo a quien comemos.


Cristo que se hace alimento, que se hace comida. Cristo que se nos da y no simbólicamente sino de forma real y verdadera.Comemos para tener vida. La comida que ingerimos se asimila de tal manera por el organismo humano que se hace vida en nosotros, es lo que hace que podamos vivir, es nuestro alimento para vivir.


No podemos luego diferenciar y separar aquello que hemos comido del resto del nuestro organismo, sino que el alimento que comemos es el que nos hace vivir.Así es cuando comemos la Eucaristía, a Cristo en la Eucaristía. Su vida se hace vida nuestra. Y porque El es vida eterna, nosotros comenzamos a tener vida eterna. ‘El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, nos repite Jesús. Yo lo resucitaré en el último día… yo vivo por el Padre, continúa diciéndonos Jesús, del mismo modo el que me come vivir por mí… el que come de este pan vivirá para siempre’. Podría parecer un juego de palabras, o una repetición innecesaria. Pero no es así. Es cierto que Jesús nos lo repite una y otra vez, para que lo comprendamos, para que lo deseemos, para avivar nuestra esperanza y nuestros deseos de Dios y de vida eterna, para que tengamos verdaderamente hambre de Dios.No terminaban de entenderle los judíos. Veremos incluso que muchos van a abandonar el seguimiento de Jesús. ‘¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?’, se preguntaban los judíos, como antes habían dicho que cómo puede decir que ha bajado del cielo si nosotros le conocemos, que es el hijo del carpintero de Nazaret, que es el hijo de María y de José. Tenemos que reconocer que eran difíciles las palabras de Jesús. Nosotros mismos por más que digamos que sí lo entendemos, no terminamos de comprender y vivir con toda plenitud el misterio de la Eucaristía. Pensemos en lo que muchos cristianos han convertido la Eucaristía, las motivaciones verdaderas por las que muchos vienen a Misa. Un rito mágico o casi mágico que celebra el sacerdote es para muchos la misa; algo a lo que nosotros nos contentamos con asistir o algo de lo que nos valemos simplemente para pedir por los nuestros o por otras necesidades que tengamos del tipo que sea.Cristo se nos da en la Eucaristía y se hace comida nuestra para que tengamos vida, para vivir El en nosotros y nosotros en El.


‘El que come mi carne y bebe mi sangre… que es verdadera comida y verdadera bebida… habita en mí y yo en El’. Si comemos a Dios, Dios habita en nosotros. Es su Cuerpo entregado. Es su Sangre derramada. Es banquete porque es comida en que El mismo se nos da para que le comamos; pero también es la señal, el signo del gran sacrificio, de su entrega hasta el final por nosotros. Por eso la Eucaristía es la gran celebración de la Pascua de Cristo para el cristiano. Por eso en la Eucaristía tenemos que morir para vivir. Con Cristo también nosotros nos inmolamos para dejar atrás nuestras muertes, para comenzar a vivir una vida nueva, distinta. La Eucaristía es señal de Pascua, es señal de resurrección. Nos lo ha dicho Jesús, que El nos resucitará para que tengamos su misma vida para siempre.


Por eso de la Eucaristía tenemos que salir siempre transformados. Después de cada Eucaristía en que comamos a Cristo tenemos que salir renovados, nuevos, con nuevas actitudes, con nuevos compromisos, con nuevos deseos de bien, en una palabra, con vida nueva.¡Qué misterio de amor más grande que Cristo se nos dé así en la Eucaristía! ¡Cómo tenemos que darle gracias por esa posibilidad que El nos da de vivir su misma vida!¡Con cuánta fe y con cuánto amor tenemos que venir siempre a la Eucaristía, pero nunca como meros asistentes ni espectadores, sino implicándonos siempre y dejándonos transformar por esa vida nueva que Cristo nos da!
MATERIAL ENVIADO DESDE TENERIFE ESPAÑA POR EL PADRE PRESBÍTERO CARMELO HERNANDEZ

HOMILIA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS. AGOSTO 2009



UN MATERIAL DE REFLEXIÓN ENVIADO DESDE TENERIFE ESPAÑA POR EL PRESBÍTERO PADRE CARMELO HERNÁNDEZ.


En la Asunción de María vislumbramos la gloria que un día podemos alcanzarApc. 11, 19; 12, 1.3-6.10; Sal. 44; 1Cor. 13, 20-27; Lc. 1, 39-56


Todas las fiestas de María nos llenan de alegría porque son la fiesta de la madre. Cómo no se van a gozar los hijos en la fiesta de la madre. Pero, si queremos, esta fiesta de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo nos llena de mayor alegría y nos hace rebrotar la esperanza en nuestro corazón. Nos lo señalan a cada paso cada uno de los textos de la liturgia de esta fiesta. ‘María ha sido llevado al cielo; se alegra el ejército de los ángeles’, decía una antífona de la liturgia de este día. Se alegran los ángeles, se alegra la Iglesia, nos alegramos todos sus hijos, se gozan todos los pueblos, porque, como ella misma diría, ‘me felicitarán todas las generaciones…’ Y es que hoy estamos celebrando la glorificación de María. Llevada en cuerpo y alma al cielo como una primicia después de Cristo para que contemple y viva ya por toda la eternidad la gloria del Señor en la visión de Dios. Es ‘la mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas’, de la que nos habla la Apocalipsis para referirse a la Iglesia, nueva Jerusalén, pero en la que nosotros contemplamos también a María. El camino de María es nuestro camino y es el camino de la Iglesia, porque seguimos sus pasos.


Y la gloria de María es la imagen de la gloria de la Iglesia, la imagen y el espejo de la gloria que un día también recibiremos en la visión de Dios por toda la eternidad.Maria fue la primera que recibió los frutos de la redención de Cristo. En virtud de los méritos de su Hijo fue preservada de toda mancha de pecado para vivir para siempre llena de gracia, como la llena de la vida de Dios. ‘El Señor está contigo… llena eres de gracia…’ le dijo el ángel en la anunciación. La contemplamos Inmaculada, purísima, desde el primer instante de su concepción. Preservada del pecado original porque iba a ser la madre de Dios, justo era que ella fuera también la primera criatura en ser llevada al cielo para gozar de la visión de Dios, a gozar de la Pascua eterna del cielo.Contemplar ese camino de la gloria de María es para nosotros aliciente, ejemplo y estímulo en nuestro peregrinar. En medio de tantas oscuridades que nos rodean en la vida necesitamos un faro de luz que nos ilumine y nos señale el camino seguro hacia el puerto de nuestra salvación. En nuestra lucha contra el pecado y el mal necesitamos saber que la victoria es posible, que podemos alcanzarla y que un día todo será para nosotros luz, dicha y salvación eterna.


Merecen la pena las luchas, los trabajos, los esfuerzos porque tenemos asegurada la victoria. Nos lo está diciendo esta fiesta de María en su Asunción, en su glorificación.Tenemos que caminar hacia la montaña como María, tal como nos lo señala hoy el evangelio. ‘María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá… a casa de Isabel’. Ponernos en camino a la montaña será ir al encuentro con el otro como lo hizo María, que fue al encuentro de su prima Isabel en esa actitud profunda de servicio de quien ‘se quedó con Isabel unos tres meses’, como nos dice el evangelio, antes de volverse de nuevo a su casa.Ponernos en camino a la montaña será la actitud de servicio o será nuestra honda y profunda que empapa y envuelve toda nuestra vida, para nunca dudar, para siempre creer, esperar y amar; una fe que nos levanta y nos pone en camino; una fe que nos levanta y nos pone en camino, que nos hace ponernos en pie ante Dios para decir Sí como María; nos levanta y nos pone en camino porque nos hace abrirnos a Dios, para dejar que Dios actúe en nosotros, para que Dios venga y haga maravillas en nosotros, como lo hizo con María. ‘El Poderoso ha hecho obras grandes en mí, su nombre es Santo’, reconocería y proclamaría María. Ponernos en camino a la montaña es saber mirar con mirada nueva todo cuanto es nuestra vida y la vida de los que nos rodean; es el sentido nuevo de nuestra vida que descubrimos desde nuestra fe; es el sentido nuevo de los hombres y mujeres que están a mi lado que ya serán para mí para siempre unos hermanos.


Ponernos en camino a la montaña nos levanta y nos compromete, nos hace mirar hacia arriba, nos hace poner altos ideales y sublimes metas en nuestra vida, para que no nos quedemos a ras de tierra. Es la fe que nos hace trascender en nuestra vida. Iremos más allá porque pensamos en la vida eterna que podremos vivir en Dios; vida de dicha, de gloria, de felicidad como ya estamos contemplando en María. Alegrémonos, gocémonos con María y cantemos con toda la Iglesia la gloria de María. Porque contemplar a María nos hace mirar hacia arriba, aspirar al cielo, nos llena de ansias de eternidad. En el día de la Ascensión del Señor, cuando se aparecieron los ángeles a los discípulos que miraban embelesados cómo Jesús subía al cielo, les dijeron ‘¿Qué hacéis ahí parados mirando al cielo?’; también nosotros ahora en la fiesta de la Asunción de María nos quedamos entusiasmados mirando al cielo. Queremos subir con María; queremos ir tras María, porque sabemos que ella es la primera, la primicia, que participa ya de una gloria a la que nosotros también estamos llamados y que esperamos un día alcanzar.Hemos pedido hoy en la oración que ‘aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar como ella de su misma gloria en el cielo’. Y pediremos también que ‘nuestros corazones, abrasados en el amor de Dios, vivan siempre orientados hacia Dios’.


Es que María nos enseña a que nuestra vida esté siempre centrada en Dios. Ella no es la luz, es la madre de la Luz, es el faro que nos orienta y no nos perdamos, para que vayamos a donde está la Luz verdadera. Hoy la celebramos también en nuestra tierra canaria como la Candelaria, la portadora de la luz, porque es la portadora de Cristo a quien lleva en sus brazos, a quien nos está señalando y diciendo que El es la luz verdadera. Por María vayamos hasta Jesús